BETO
Growing up in a not-so-normal family home in expansive and culturally rich Mexico City, Beto was the second born of 8 children, a beautiful family led by an even more beautiful mother.
He was an extremely active child. You could be sure to find him playing with his cul-de-sac friends and neighbors, or simply enjoying his time being outside on his own.
Like any 9-year-old boy, Beto was elated when he received the gift of his first bike. This was not any ordinary bike, it was none other than a Chopper, equipped with all the bells and whistles: shift stick, chopper handlebars, seat suspension, smaller front wheel, and of course the smell of those brand new wheels. WOW!

This was a sure turning point in this young boy’s life that would define his adventures for years to come.
Upon riding the bicycle, he suddenly found he was not bound by any rule or regulation, like in soccer or other organized sports.
Biking meant freedom. The world was suddenly his oyster, wide open.
Soon, unbound to sports arenas and fields like his friends, the streets of Mexico City became Beto’s playground. Beto remembers speeding through “colonia” after “colonia” (or neighborhood), grasping for new adventures, sights and unbound exploration.
Consequently, being on the street habitually allowed him to interact with a whole new spectrum of people previously limited by his reach.
Let’s take a moment to talk about his just-as-influential family trips.
Beto’s family made the frequent holiday escape from the concrete jungle of Distrito Federal, seeking instead sun, history, culture, exotic food and natural horizons. Side note: before the time of minivans and the rise of the crossover SUV, the wonder station wagon reigned supreme. And boy, were they wonderful.

La pasión de Beto por los viajes y la aventura se hizo evidente a una edad temprana. Mientras la familia dormía acurrucada en el gran vagón, Beto permanecía alerta, con los ojos fijos fuera de la ventana. Dormir significaba perderse de algo, y esa no era una opción para nuestro joven aventurero.
El amor de Beto por los viajes y la exploración pronto se tradujo en amor y habilidad para viajar de aventón durante su adolescencia. Beto viajaría entre la Ciudad de México y los estados aledaños, como Puebla y Guerrero, por cualquier medio posible. Sin embargo, viajar de aventón no se limitó a levantar el pulgar al costado de la carretera para nuestro aventurero. Nuestro joven maestro del oficio, viajó de aventón no solo por tierra, también por cielo en aviones civiles y privados. ¿Cómo lo hizo? es una historia para otro día.
En 1994, el destino lo llevó inevitablemente a él y a su única hija, Kitzia, a vivir al sur de California, EE. UU. A través de los años, Beto anhelaba darle a su hija el mismo amor por la aventura, y también lo hizo. Juntos, exploraron la costa oeste y la costa este de los EE. UU. y muchos lugares intermedios. En 2007, realizaron juntos una gira por 13 países europeos distintos con solo una mochila en la espalda. El deseo de Beto de ver el mundo solo creció durante estos años. Hasta el día de hoy, Beto todavía mantiene la propuesta de continuar explorando con su hija y su hermosa nueva familia.
En 2014, las estrellas comenzaron a alinearse a favor de unir las dos mayores pasiones de su vida: viajar y andar en bicicleta. Desde entonces, este viaje se ha calculado y formulado y la pasión se ha hecho realidad. Le tomó 2 años investigar y comprar uno por uno los componentes necesarios para armar una bicicleta capaz de soportar una expedición tan rigurosa como para dar la vuelta al mundo durante varios años. Para diciembre de 2016 vendió su negocio y todas sus pertenencias, todo lo que poseía. En mayo de 2017 se despidió de amigos y seres queridos, sabía que no volvería, se convirtió en nómada, ciudadano del mundo.
Lo que nos trae a este momento. Los sueños se hacen realidad.
Le gusta viajar como una hoja llevada por el viento, sin planes, ni itinerario, simplemente va con la corriente. Experimentó el espíritu aloha mientras era recibido por muchos ohanas (familias) dentro de sus hogares durante más de 8 meses dando vueltas por la gran isla de Hawai'i y la de O'ahu. Voló hacia el sur para explorar Nueva Zelanda, la tierra de los kiwis, donde pasó 3 meses explorando la Isla Norte y otros 3 dando vueltas por la Isla Sur donde cree haber visto a uno de ellos en vivo.
Ahora está tratando de hablar el idioma Indonesio, asimilando las costumbres asiáticas, muy curioso y aprendiendo sobre el Islam y la religión musulmana mientras disfruta de la abundante comida fresca donde quiera que va. Hasta ahora ha estado en la isla de Bali, Lombok, Gili Air y Sumbawa, una porción muy pequeña de las más de 17.000 islas en Indonesia. Las limitaciones y requisitos del visado Indonesio lo llevaron a Singapur dos veces y a Kuala Lumpur una vez, para renovar la visa.
Actualmente se está recuperando de una cirugía debido a un accidente desafortunado y varado por la pandemia en la isla de Bali.
¡Manténganse al tanto!
¡Gracias por leer! Súbete a la bici y disfruta este viaje único en la vida con nuestro aventurero, Beto.